¿Por qué el hombre olvida? ¿Por qué las sociedades lo hacen? En estos tiempos es propio de ilusos creer que el olvido es cuestión de azar o producto de la suma de vértigo y sobrevivencia. Quizás en planos sociales no se pueda hablar de falta de memoria sin considerar la existencia de una promoción cotidiana de la misma.
Es iluso, también, creer que la selección y promoción de los hechos (con sus respectivas cargas ideológicas) que conforman la memoria social, implica lo que ha de ser olvidado, es decir, que el olvido es consecuencia inmediata y no, por igual, de una selección y promoción de lo que ha de confinarse al olvido.
La programación o, como dijera Milán Kundera, la institucionalización del olvido, es un hecho para aquellos hombres y pasajes históricos que significan espacio o posibilidad de discusión, reflexión y conciencia.
Enrique Félix Castro, «El Guacho», es ejemplo de resultas de una concertación del olvido; desperdigada su poesía, «Los muros de la tarde se desploman en la tempestad del color. Es el drama de la flagrante... y en el horizonte del malecón dormido muy cera de mis ojos, muy cerca de mi vida: el magnífico arrebato de pájaros al vuelo»; abandonadas sus reflexiones: «tenemos todo pero... a medias»; desterrado de la memoria sinaloense y sin más reconocimiento que el rendido por jóvenes «necios» que «creen» resistir desde el silencio los embates de un futuro no elegido.
Enmudecida a fuerza de ignorancia, la obra de Enrique Félix Castro contiene coordenadas imprescindibles para reconocernos culturalmente. Las consideraciones acerca del romanticismo exacerbado, como elemento capital del complejo cultural sinaloense revelan los «cimientos» sobre los cuales ha de construirse la historia; revelan la «atmósfera» que explica y justifica nuestra acción. Su poesía, sencilla, a la vez profunda tiene por material las calles «mojadas de claridad», las jornadas que se libran en ellas «el malperío» picado de «rumor franciscano», las calles preñadas de color y silencio; la lluvia, el río, la nostalgia, la modorra, son el alma de las horas, donde las cosas están por ser dichas; todas las cosas están por ser hechas» (Barbuse).
¿Cómo explicar el vacío histórico, en el lugar que debería estar la palabra, la razón, la vida y la obra de Enrique Félix «El Guacho»? Quizás sus reflexiones contengan la respuesta.
Rechazando la concepción de la memoria como propiedad reducida a la mente individual y considerando el papel de las instituciones en la creación, mantenimiento y transformación del recurso social, habría que considerar silenciada, no por intrascendencia, sino por significancia, la obra de Enrique Félix, por la posibilidad que representa para la conformación de la conciencia social y la ubicación y solución de nuestras miserias, que es la ubicación y «solución» de quienes las proyectan, promueven y consolidan cotidianamente.
El romanticismo, el lirismo, la contemplación que sacuden desde el silencio al sinaloense, significaran siempre la posibilidad, aventura contenida, impulso frustrado, mientras no posea conciencia de su realidad e historia.
Un homenaje a Enrique «El Guacho» Félix es ser rebelde, ser romántico, ser joven; a 34 años de su muerte (en el destierro, en la soledad) desempolvando la memoria, «Ancla y Estrella».
Septiembre de 1999
2 comentarios:
EL programa de radio "la Generación del 2 Centenario" es un esfuerzo por recuperar la memoria histórica y crítica de Sinaloa (estado) y México. Como lo indica el artículo arriba citado existe un esfuerzo del poder en México porque el pueblo no recuerde las calumnias, los atropellos... y a sus héroes. El poder cleptómano en México tiene en el olvido al compañero de sus fechorías y al recuerdo como su más indeseada pesadilla.
Publicar un comentario